La intervención del arte en el paisaje.
(Texto publicado en La tempestad, en el 2003)
Christo y Jeanne Claude buscan un río. Viajan 22,530 kilómetros por la ondulación de las Montañas Rocallosas norteamericanas. Abarcan siete estados, peinan cientos de hebras de agua derramada de las cumbres. Encuentran ochenta y nueve posibilidades. Atenidos al cauce, cuidadosamente seleccionan una: el Río Arkansas de Colorado. La fase inicial del proyecto había arrancado en 1992 para advertir al amparo del tiempo la magnitud de su expedición fluvial. Tomará doce años planearlo. Esta es la idea que define el viaje y este es el viaje que circunscribe la obra. Puesto en marcha el camino se va depurando el proyecto. Se le ha bautizado Over the River. El objetivo final consistirá en suspender 1,025 páneles de tela aquiltranada a lo largo de 10.7 kilómetros efectivos sobre el Arkansas. Será hasta agosto del 2004 que la trayectoria del proyecto Over the River culmine. Ya se vendieron los bocetos que permitirán financiarlo, ya fueron aprobados los permisos regionales, se han cumplido con detalle los estudios topográficos.
Christo y Jeanne Claude buscan un río. Viajan 22,530 kilómetros por la ondulación de las Montañas Rocallosas norteamericanas. Abarcan siete estados, peinan cientos de hebras de agua derramada de las cumbres. Encuentran ochenta y nueve posibilidades. Atenidos al cauce, cuidadosamente seleccionan una: el Río Arkansas de Colorado. La fase inicial del proyecto había arrancado en 1992 para advertir al amparo del tiempo la magnitud de su expedición fluvial. Tomará doce años planearlo. Esta es la idea que define el viaje y este es el viaje que circunscribe la obra. Puesto en marcha el camino se va depurando el proyecto. Se le ha bautizado Over the River. El objetivo final consistirá en suspender 1,025 páneles de tela aquiltranada a lo largo de 10.7 kilómetros efectivos sobre el Arkansas. Será hasta agosto del 2004 que la trayectoria del proyecto Over the River culmine. Ya se vendieron los bocetos que permitirán financiarlo, ya fueron aprobados los permisos regionales, se han cumplido con detalle los estudios topográficos.
La sucesión de descubrimientos en un viaje embiste, esparce,
extiende el borde panorámico, va remontando el horizonte. Christo y Jeanne
Claude viajan para descubrir y en el derroche de distancias ceden a la revelación
dramática, frontal de sobra, orbicular apenas, del silencio inmóvil, de la
insoportable coherencia pasiva de algunos paisajes. Viajeros, de intenciones
pasajeras al fin, buscan alterar, temporalmente, lo que a fuerza de hábito
espacial se manifiesta con reserva.
Durante sólo dos semanas del verano 2004 se podrá apreciar
la intervención con la que Over the River
modificará el paisaje. Suspendida desde tres o hasta siete metros sobre la cama
de agua, la tela imitará la configuración del río resuelta a respirar un eco de
su holgura. Promoverá dos experiencias distintas: desde el río mismo por debajo
de la tela, mediante rafting, kajac o nado atrevido, y desde arriba, por la
carretera Interestatal 50 de Estados Unidos, flanco del Arkansas. En lo alto la
tela se verá opaca, translúcida por abajo, similar a la que se utilizará para The Gates. El proyecto The Gates, en progreso desde 1979, tiene
la intención de techar los 37 kilómetros/23 millas de veredas peatonales de
Central Park en Nueva York. A diferencia de los monumentales objetos envueltos,
Christo y Jeanne Claude intervendrán el espacio desocupado, si es que algo hay
desocupado en Manhattan, con una frontera de tela paralela al suelo, casi
suspendida, escasamente sostenida a una ligera estructura en la orilla. The Gates cumplirá también con su doble
lectura: la del caminante que aborda la experiencia desde la vereda --como
quien navega el río, y la de miles de vecinos en lo alto de sus edificios --como quien maneja la 50.
El trabajo de Christo y Jeanne Claude no echa raíces. Está
concebido para ser transitorio y perecedero. No participan materiales que deban
permanencia al suelo, a la tierra, o que tengan peso; en cambio, las telas son
nerviosas, móviles, breves, y parecen pretender relacionarse íntimamente a lo humano. Con ellas cubrieron por
completo el Reichstag en Berlín (1971-1995) y el Pont Neuf de Paris
(1975-1985). El propósito de los proyectos es estético; en palabras de Christo,
son irracionales, absolutamente
innecesarios, injustificados, completamente irresponsables. Pero lo
irracional va ligado a la libertad y es de este despliegue libre que nace su
trabajo. La expresión final de la obra no puede ser comprada ni comercializada,
no se requiere adquirir un boleto para accederla; nadie puede apropiársela ni
poseerla. No participa el Museo ni la galería, tampoco satisface el afán
acaparador del coleccionista. Christo y Jeanne Claude las autofinancian por
completo con la venta de bocetos previos a su realización.
Su historia comienza acordonada por una sincronía del
calendario el 13 de junio de 1935, día en que los dos nacen, y una distancia
adversa por la absoluta diferencia en la locación del parto: él en Gabrovo,
ciudad de la Bulgaria comunista; ella, hija de un general francés, en Marruecos.
Se conocen y enamoran en los cincuentas parisinos. El trayecto artístico de
Christo y Jeanne Claude ha sido en realidad una manifestación exponencial del
itinerario biográfico del primero. Gabrovo era el centro de la industria textil
de Bulgaria; no es accidental, por lo tanto, la persistencia del uso
exorbitante de telas en su obra. De entre sus influencias teóricas sobresalen
las Investigaciones Filosóficas de
Wittgenstein, más aún que la dialéctica hegeliana o la materialista de Marx y
Engels, pues fueron las que le dieron luz para comprender conceptos sobre
imaginería representacional, el significado de la percepción, e ideas
concernientes a lo que se puede acceder mediante la observación y el conocimiento.
Como estudiante de la Academia de Artes de Sofia, para
Christo no había opción a un libre desarrollo individual; el régimen exigía
participar en proyectos colectivos. Ninguno habría de trascender en su
formación a excepción de un cierto programa estatal que tenía por misión
mejorar y realzar el paisaje rural búlgaro por el que corría la línea del
Expresso Oriente. El objetivo era presentarle campos productivos y bellos al
viajero extranjero. En beneficio de la imagen rústica, Christo sugería a los
campesinos cómo concentrar la paja y el modo geométrico de estacionar
tractores. De esta experiencia ornamental aprenderá de distancias y escalas
panorámicas. Y de mirar lejos. A los 22 años, escondido en un vagón de
medicinas, se escapa en tren a Viena.
La primera aproximación que tuvo Christo con el arte estaba
vinculada a una idea romántica cuya premisa era alejarse de cualquier atentado
de objetivización burguesa. Emprendió la búsqueda por alcanzar una dimensión
abierta y dinámica, más allá de lo estático en las cosas. Sus primeras obras
libres en los sesentas, viviendo del lado occidental de Europa, fueron objetos
intervenidos, empaquetados y amarrados con cordón, inaccesibles. Su obra
cumplía con elementos de improvisación propios de la corriente neorrealista,
pero sus objetos no eran precisamente readymades;
carecían de esa pureza condicional al ser intervenidos y encubiertos tras las
telas y ataduras.
La etiqueta de ambientalistas que se utiliza para clasificar
la obra de Christo y Jeanne Claude es de una calificación cercana aunque no puntual.
Si bien su elogio es a la transformación del paisaje, el verdadero clímax de su
himno es a lo pasajero. La dimensión dislocada de su obra cataliza el fluir
constante; refleja transición, no permanencia. Las telas son desencajadas, de
un potencial expresivo infinito y mutable. Quizá son repercusiones de la
dislocación humana, similar al flujo migratorio que es pieza móvil elemental de
la cultura del siglo XX: errantes, desprendidas.
Ciudadano desplazado, Christo viajó durante diecisiete años
sin pasaporte. Llegó hasta Burma, Tailandia, Cambodia, por triplicar ejemplos
temerarios. Su condición de refugiado
facilitaba libertades improbables. En 1973, tras su arresto en Túnez por
indocumentado, decidió adoptar la ciudadanía estadounidense porque desde 1964
él, Jeanne Claude y su hijo Cyril se habían establecido en Nueva York. A Jeanne
Claude solo le interesaba la ciudadanía neoyorquina, así que con
desproporcionada cordura y acostumbrado desarraigo conservó la francesa en
exclusiva por diez años más.
El azar es ingrediente importante para el trayecto de la
obra que esquiva formulario. Lo aleatorio es orgánico: todo se adapta, no
existe un solo camino ni una forma única de hacer las cosas. Aunque se debe
procurar que el viaje sea arbitrario. Christo y Jeanne Claude buscaban un río,
resultó que su amigo John vivía en Colorado. Lo siguiente es excursión y meter
los pies al agua.
La obra culmina en su desprendimiento final, en el regreso
del paisaje a su estado original y el reciclar de miles de metros cuadrados en
tela. El Arkansas recuperará su desnudez natural dos semanas después de poner
fin a un proyecto navegado doce años. Es imprescindible que la intervención
desaparezca. Tras un efímero albergue su destino es abandonar la transitoria
posesión del paisaje.
La idea que define el viaje. El viaje que circunscribe la
obra. El verdadero arte abarca lo universal, es pieza móvil del mapa en el
mundo. La proeza de Christo y Jeanne Claude es inasible, el monumento errátil.
El espacio es un préstamo, a disposición provisional. Su trascendencia solo
cabe en la memoria. Y en el registro Kodak, dirán.