jueves, 15 de septiembre de 2011

Christo y Jeanne Claude: Poseedores transitorios


 La intervención del arte en el paisaje.
(Texto publicado en La tempestad, en el 2003)


Christo y Jeanne Claude buscan un río. Viajan 22,530 kilómetros  por la ondulación de las Montañas Rocallosas norteamericanas. Abarcan siete estados, peinan cientos de hebras de agua derramada de las cumbres. Encuentran ochenta y nueve posibilidades. Atenidos al cauce, cuidadosamente seleccionan una: el Río Arkansas de Colorado. La fase inicial del proyecto había arrancado en 1992 para advertir al amparo del tiempo la magnitud de su expedición fluvial. Tomará doce años planearlo. Esta es la idea que define el viaje y este es el viaje que circunscribe la obra. Puesto en marcha el camino se va depurando el proyecto. Se le ha bautizado Over the River. El objetivo final consistirá en suspender 1,025 páneles de tela aquiltranada a lo largo de 10.7 kilómetros efectivos sobre el Arkansas. Será hasta agosto del 2004 que la trayectoria del proyecto Over the River culmine. Ya se vendieron los bocetos que permitirán financiarlo,  ya fueron aprobados los permisos regionales, se han cumplido con detalle los estudios topográficos.
La sucesión de descubrimientos en un viaje embiste, esparce, extiende el borde panorámico, va remontando el horizonte. Christo y Jeanne Claude viajan para descubrir y en el derroche de distancias ceden a la revelación dramática, frontal de sobra, orbicular apenas, del silencio inmóvil, de la insoportable coherencia pasiva de algunos paisajes. Viajeros, de intenciones pasajeras al fin, buscan alterar, temporalmente, lo que a fuerza de hábito espacial se manifiesta con reserva. 
Durante sólo dos semanas del verano 2004 se podrá apreciar la intervención con la que Over the River modificará el paisaje. Suspendida desde tres o hasta siete metros sobre la cama de agua, la tela imitará la configuración del río resuelta a respirar un eco de su holgura. Promoverá dos experiencias distintas: desde el río mismo por debajo de la tela, mediante rafting, kajac o nado atrevido, y desde arriba, por la carretera Interestatal 50 de Estados Unidos, flanco del Arkansas. En lo alto la tela se verá opaca, translúcida por abajo, similar a la que se utilizará para The Gates. El proyecto The Gates, en progreso desde 1979, tiene la intención de techar los 37 kilómetros/23 millas de veredas peatonales de Central Park en Nueva York. A diferencia de los monumentales objetos envueltos, Christo y Jeanne Claude intervendrán el espacio desocupado, si es que algo hay desocupado en Manhattan, con una frontera de tela paralela al suelo, casi suspendida, escasamente sostenida a una ligera estructura en la orilla. The Gates cumplirá también con su doble lectura: la del caminante que aborda la experiencia desde la vereda --como quien navega el río, y la de miles de vecinos en lo alto de sus edificios  --como quien maneja la 50.
El trabajo de Christo y Jeanne Claude no echa raíces. Está concebido para ser transitorio y perecedero. No participan materiales que deban permanencia al suelo, a la tierra, o que tengan peso; en cambio, las telas son nerviosas, móviles, breves, y parecen pretender relacionarse íntimamente a lo humano. Con ellas cubrieron por completo el Reichstag en Berlín (1971-1995) y el Pont Neuf de Paris (1975-1985). El propósito de los proyectos es estético; en palabras de Christo, son irracionales, absolutamente innecesarios, injustificados, completamente irresponsables. Pero lo irracional va ligado a la libertad y es de este despliegue libre que nace su trabajo. La expresión final de la obra no puede ser comprada ni comercializada, no se requiere adquirir un boleto para accederla; nadie puede apropiársela ni poseerla. No participa el Museo ni la galería, tampoco satisface el afán acaparador del coleccionista. Christo y Jeanne Claude las autofinancian por completo con la venta de bocetos previos a su realización.
Su historia comienza acordonada por una sincronía del calendario el 13 de junio de 1935, día en que los dos nacen, y una distancia adversa por la absoluta diferencia en la locación del parto: él en Gabrovo, ciudad de la Bulgaria comunista; ella, hija de un general francés, en Marruecos. Se conocen y enamoran en los cincuentas parisinos. El trayecto artístico de Christo y Jeanne Claude ha sido en realidad una manifestación exponencial del itinerario biográfico del primero. Gabrovo era el centro de la industria textil de Bulgaria; no es accidental, por lo tanto, la persistencia del uso exorbitante de telas en su obra. De entre sus influencias teóricas sobresalen las Investigaciones Filosóficas de Wittgenstein, más aún que la dialéctica hegeliana o la materialista de Marx y Engels, pues fueron las que le dieron luz para comprender conceptos sobre imaginería representacional, el significado de la percepción, e ideas concernientes a lo que se puede acceder mediante la observación y el conocimiento.
Como estudiante de la Academia de Artes de Sofia, para Christo no había opción a un libre desarrollo individual; el régimen exigía participar en proyectos colectivos. Ninguno habría de trascender en su formación a excepción de un cierto programa estatal que tenía por misión mejorar y realzar el paisaje rural búlgaro por el que corría la línea del Expresso Oriente. El objetivo era presentarle campos productivos y bellos al viajero extranjero. En beneficio de la imagen rústica, Christo sugería a los campesinos cómo concentrar la paja y el modo geométrico de estacionar tractores. De esta experiencia ornamental aprenderá de distancias y escalas panorámicas. Y de mirar lejos. A los 22 años, escondido en un vagón de medicinas, se escapa en tren a Viena.
La primera aproximación que tuvo Christo con el arte estaba vinculada a una idea romántica cuya premisa era alejarse de cualquier atentado de objetivización burguesa. Emprendió la búsqueda por alcanzar una dimensión abierta y dinámica, más allá de lo estático en las cosas. Sus primeras obras libres en los sesentas, viviendo del lado occidental de Europa, fueron objetos intervenidos, empaquetados y amarrados con cordón, inaccesibles. Su obra cumplía con elementos de improvisación propios de la corriente neorrealista, pero sus objetos no eran precisamente readymades; carecían de esa pureza condicional al ser intervenidos y encubiertos tras las telas y ataduras.
La etiqueta de ambientalistas que se utiliza para clasificar la obra de Christo y Jeanne Claude es de una calificación cercana aunque no puntual. Si bien su elogio es a la transformación del paisaje, el verdadero clímax de su himno es a lo pasajero. La dimensión dislocada de su obra cataliza el fluir constante; refleja transición, no permanencia. Las telas son desencajadas, de un potencial expresivo infinito y mutable. Quizá son repercusiones de la dislocación humana, similar al flujo migratorio que es pieza móvil elemental de la cultura del siglo XX: errantes, desprendidas.
Ciudadano desplazado, Christo viajó durante diecisiete años sin pasaporte. Llegó hasta Burma, Tailandia, Cambodia, por triplicar ejemplos temerarios.  Su condición de refugiado facilitaba libertades improbables. En 1973, tras su arresto en Túnez por indocumentado, decidió adoptar la ciudadanía estadounidense porque desde 1964 él, Jeanne Claude y su hijo Cyril se habían establecido en Nueva York. A Jeanne Claude solo le interesaba la ciudadanía neoyorquina, así que con desproporcionada cordura y acostumbrado desarraigo conservó la francesa en exclusiva por diez años más.
El azar es ingrediente importante para el trayecto de la obra que esquiva formulario. Lo aleatorio es orgánico: todo se adapta, no existe un solo camino ni una forma única de hacer las cosas. Aunque se debe procurar que el viaje sea arbitrario. Christo y Jeanne Claude buscaban un río, resultó que su amigo John vivía en Colorado. Lo siguiente es excursión y meter los pies al agua.
La obra culmina en su desprendimiento final, en el regreso del paisaje a su estado original y el reciclar de miles de metros cuadrados en tela. El Arkansas recuperará su desnudez natural dos semanas después de poner fin a un proyecto navegado doce años. Es imprescindible que la intervención desaparezca. Tras un efímero albergue su destino es abandonar la transitoria posesión del paisaje.
La idea que define el viaje. El viaje que circunscribe la obra. El verdadero arte abarca lo universal, es pieza móvil del mapa en el mundo. La proeza de Christo y Jeanne Claude es inasible, el monumento errátil. El espacio es un préstamo, a disposición provisional. Su trascendencia solo cabe en la memoria. Y en el registro Kodak, dirán.