Cuando lo inexistente opera como un principio.
O donde el espacio negativo opera como origen. Vamos a ensayar unos juegos malabares con tres premisas y aplicarlas a la obra de Rachel Whiteread (Londres, 1963). ¿Porqué Whiteread? Por ser única en su tipo y saber a lectura blanca. Y porque declaró este manifiesto: Me veo como el tú en que me transformé, ahora soy tu huella. Tienes la medida exacta de lo que se ha perdido pues sólo tú podrías encajar en el molde en que me he convertido. ¿De qué tú está hablando, de qué origen? Discernamos y coordinemos con dos manos.
Nuestra condición corpórea es ante todo móvil. Como tal vamos dejando a nuestra espalda una estela de estancias, alojamientos, asaltos en el espacio que sólo son temporales, pasajeros, repentinos. Ocupamos ahora mismo un lugar específico y estamos leyendo, pero no para siempre; seguirá algo después a lo cual dirigirse. Hay una correlación entre este espacio que ocupamos y hacia donde vamos, nombremos a esta correlación secuencia. A Rachel Whiteread le interesa la desocupación de objetos o lugares que libera la secuencia. Si suena demasiado complicado es porque hay un discurso que hay que ir desescribiendo, no sin antes declararlo inhóspito.
Entre al rescate la primera premisa del malabar: El origen de lo invisible es lo visible. El estado invisible de algo forzosamente deriva de su condición previa: su existencia, su presencia, su visibilidad. Facilitemos: el espacio es un lugar sellado de huellas invisibles; se asume que este espacio ahora visiblemente desocupado fue ocupado previamente por cosas, por gente, por muebles, por libros. Esta es la desocupación, los rastros de la huella, la resta en la secuencia, lo que a Rachel Whiteread le interesa esculpir. Levanta la desocupación de una casa, levanta la desocupación de una biblioteca. Con su semilla de transformación nace el eco de concreto o de yeso o de resina del lugar o de un objeto ausente. El eco del volúmen del lugar o del objeto nada más, un eco que evidencia su ausencia, que da luz a su recuerdo. Invierte la fórmula tradicional de un escultor, crea un molde del vacío, del espacio yermo, para otorgar volúmen a lo que era invisible. Le otorga un gesto a lo baldío. Un peso a lo desocupado. Lo inexistente opera como su principio de creación.
Entre la segunda: La materia va a cederle el paso a lo que aguarda en su frontera: lo intangible. Y esto, de acuerdo a las secuencias, se contabiliza como una suma, en suma: con-secuencia. Porque el resultado es un espectro de lo que era, como un halo intervenido por masa. Ahora lo incorpóreo tendrá peso y volúmen, se convertirá a corpóreo. Facilitemos: los inventos que creamos brotan del margen de lo que ya existe, a orillas del mundo material o de las ideas.
Rachel Whiteread es minimalista y como a todo artista contundente le interesan las formas geométricas, particularmente las invisibles. Origina un orden en el espacio negativo que como tal, visible, no existía. Su punto de partida derivó de la influencia del post-minimalista Bruce Nauman, en particular de su pieza creada en los sesenta A Cast Of The Space Under My Chair. La primera gran obra de Whiteread fue el molde de concreto en tamaño natural del espacio interior (el espacio negativo) de una casa abandonada al este de Londres, en 1993. Era la anatomía de la casa al revés, invertida, tergiversada, materialmente expuesta hacia afuera. La llamó House. House, pieza artística tan original poco tuvo de vida, fue demolida meses después; esa era la intención: perecedera. Como todo ejemplar britpop nacido con cuchara de plata, en 1997 participó en la exposición Sensation, patrocinada por Charles Saatchi. Ganó el premio Turner. Ha recibido importantes comisiones: para una escultura pública en Nueva York creó con resina translúcida una torre gigante de agua, Water Tower (1998), en una azotea de West Broadway y Grand St. Al respecto dijo Whiteread: Quise darle autoridad a un objeto, que tuviera voz, que fuera como una joya en el skyline de Manhattan… un recordatorio del agua, el agua sólida en un momento del tiempo congelado. La torre se confunde con el medio ambiente, no resalta ni predomina, es la versión desnuda de las otras torres de agua originales. (Más sobre esta torre en un texto desocupado del futuro). Otra comisión: levantar un monumento en homenaje a las víctimas del holocausto en Viena, para el que reveló el espacio negativo de una biblioteca.
Ya en su obra anterior, Untitled (Paperbacks) de 1997, trabajó el espacio negativo que ocupaban los libros en los anaqueles de una pequeña biblioteca y desarrolló con esmero insólito la ausencia. Resultado: la versión fantasma que devino en una especie de templo blanco de libros, pero sin libros, ni punto alguno de consulta o referencia. La búsqueda inédita de Whiteread es por el revés del sentido, la inversión de la forma original para recrear el volúmen de las cosas con sus equivalentes vacíos, capturar el tamaño de su ausencia material y traducirla a sensaciones espectrales. Y tal vez se presiente en esos ecos blancos de recuerdos la idea de lo que fuera su existencia. Whiteread logra la sublimación concreta de la nada. En la transacción con los libros, por ejemplo, les dispensa un cuerpo invisible presente a cambio del físico ausente. En sus bibliotecas hay sólo un volúmen: concreto --o de yeso. Una explosión determinante de significados se origina en House y en Untitled (Paperbacks). La pérdida, la fantasmagorización, la desocupación, la ausencia. Desollada de su forma, desenmascarando su fachada, House reveló, de ahí su importancia, su interior, ese revés de su ocupación pero sin poder ser penetrada.
Entre la tercera: el deseo en la obra de Whiteread se nutre de algo que no existe, o que existió. Es el deseo por algo que no está. Si el móvil del creador es mantener el deseo en llamas, el vacío y la ausencia son materia fértil, combustible. Facilitemos: de estos hornos se originan simulacros insaciables porque evocan el objeto del deseo pero prescinden de él.
Yo tenía ya un texto escrito sobre las secuencias vitales como sumas; un texto al derecho. Luego se me ocurrió invertirlo y equipararlo con Whiteread; quedó el texto al reverso. Hice por consiguiente lo que la artista, invertí su existencia por su inexistencia, con la esperanza de que en su humilde inexistencia existiera, luego fuera. Hice el trueque de la suma por la resta, busqué su negación, el espacio alrededor que le daba su forma y que al invertirla volvía invisible el original y me dejaba con el molde de su vacío. Entendí, otredad concedida, que ese era el yo por tú. De tanto malabarear, mareaba. Titulé al texto selitréf soícaV. Desapareció en un golb.